Apitoxina, el veneno de abejas
La abeja segrega el veneno mediante dos glándulas: una produce una sustancia alcalina, y la otra, una ácida en cantidades que oscilan entre 0,1 y 0,3 mg. Contiene agua, histamina, melitina, lisolecitina, apamina y dos enzimas.
La apamina provoca la hinchazón y el picor subsiguientes a la picadura, que actúa a gran escala y puede provocar calambres, hemólisis y convulsiones. La alergia al veneno de las abejas puede causar, en un individuo alérgico, un shock anafiláctico, coma e incluso la muerte. Por regla general, con el tiempo suele producirse la desensibilización, por lo que al dolor causado por las primeras picaduras le sucederá una tolerancia.
Sin embargo, también existe el riesgo de que se produzca el fenómeno inverso.
La recolección del veneno por parte del apicultor es difícil y arriesgada.
Debe actuarse teniendo presente que el veneno deshidratado cristaliza y es soluble en alcohol. Hay que poner en el fondo de la colmena una rejilla de hierro, con una hoja de papel de seda y una lámina de vidrio debajo. Se conecta entonces la rejilla a un transformador eléctrico (corriente alterna) y se aplican algunas descargas (de baja intensidad para no acabar con las abejas), breves y repetidas cada 30 segundos, durante no más de entre 15 y 25 minutos.
Las abejas que se encontraban sobre la rejilla se ven obligadas a picar, dejando su aguijón clavado en el papel de seda, que no les desgarra el cuerpo y les permite seguir con vida. El veneno se deposita en la lámina de vidrio, en la que queda adherido y se seca. Para desprenderlo, bastará con rascar el vidrio con ayuda de un poco de alcohol.
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La labor de ordeñar a las abejas no debe realizarse más de cuatro o seis veces al año, con un descanso mínimo de 15 días entre una y otra sesión, si no queremos diezmar la colonia. Hay que tener mucho cuidado, dado que después de cada sesión las abejas se vuelven más agresivos durante unos días. Por ello, es preferible trabajar durante las grandes floraciones, periodo en el que el trabajo las disuade de sus instintos homicidas.
Un kilogramo de abejas ordeñadas produce un gramo de veneno, aproximadamente, que se utiliza en farmacología:
Es un buen vasodilatador, anticoagulante, cardiotónico y revulsivo. Se emplea también para fabricar productos contra la artrosis, el reuma, las enfermedades cardiovasculares y las alergias. El mercado nacional no es muy amplio, por lo que no es recomendable que el apicultor se dedique a esta producción, vistos los riesgos que comporta.
📥 Aspectos toxinológicos y biomédicos del veneno de las abejas Apis mellifera
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