Manejo y alteraciones de la miel de abeja
A pesar que no suelen darse adulteraciones en la venta de la miel, eso no significa que no exista apicultores con poco escrupuculos. Si los fraudes son poco frecuentes es, sencillamente, porque la miel es un producto que las abejas nos entregan perfectamente terminado. Así que, según cómo, es más caro intervenir en el producto que servirlo tal cual. Por otro lado, también es verdad que la miel, al estar formada por azúcares en un 80%, no necesita ningún tipo de conservantes, lo que hace que llegue a nuestros organismos menos tratada que otros productos de la industria alimentaria. El azúcar es uno de los mejores conservantes naturales.
De todas formas, también hay apicultores que sustituyen porcentajes notables de miel en los tarros por unos jarabes fraudulentos de origen químico o enzimático. No se sabe hasta qué punto pueden ser nocivos esos fraudes para la salud. No son corrientes pero existen.
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Hasta hay quien compra tarros que incluso contienen restos de abejas pensando que se trata de la miel más artesana. Creer esto es un error. Que haya un resto de abeja en un tarro no es garantía de nada, y menos de salubridad. Lo normal y lo correcto es que la miel aparezca bien filtrada y sin impurezas.
Hay pocas garantías realmente sólidas para saber si la miel que compramos es integra y conserva todas sus virtudes organolépticas y medicinales. La Administración regula y controla cada vez mejor los etiquetados, pero todavía podemos comprar miel a granel en no pocos establecimientos. Y no sabemos si una es mejor que la otra, porque eso sólo se puede averiguar con complejos análisis de laboratorio. Lo que sí podemos hacer es fiarnos de la confianza que nos merecen las personas. Hay quien, porque se ha preocupado de conocer directamente al apicultor, le compra la miel porque se fía de él. Cuando la miel cristaliza, eso sí, es porque es pura. Ésa es, tal vez, la única garantía absoluta de calidad. Y, curiosamente, hay gente que piensa que la miel cristalizada es la peor.
Norma de calidad para la miel destinada al mercado interior. Es un control que puede ser saltado por apicultores o fabricantes fraudulentos. En cualquier caso, esta pauta controla unos mínimos de calidad que deben cumplir todas las mieles que se comercializan legalmente, como su frescura, su limpieza y la ausencia de contaminantes.
Las pautas que se estudian son las siguientes:
Humedad. El contenido de agua que una miel posee determina su conservación. Cuando la humedad sobrepasa el 20%, la miel suele fermentar.
Hidroximetilfurfural (HMF). Es uno de los parámetros más eficaces para determinar el grado de frescura de la miel. Cuando uno de los azúcares de que consta la miel, la fructosa, se deshidrata, se forma el HMF. La legislación estipula que haya un máximo de 40 miligramos de HMF por kilo de miel. No es un componente tóxico, pero tampoco es recomendable. El HMF de una miel recién extraída del panal oscila entre los cero y los tres miligramos. Cuando esa miel lleva un tiempo envasada, el HMF ha ascendido. Se calcula que aumenta en un punto y medio por mes y kilo.
Actividad diastásica. La diastasa es una enzima que se destruye con el calor. La legislación señala que un análisis de cualquier miel debería constatar la presencia de un mínimo de ocho en la escala de Gothe. La actividad diastásica da buena cuenta de qué grado de frescura y pureza tiene la miel que consumimos
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